Pg 106

Siempre vuelves.

Siempre buscas confort aquí.
Aunque esta vez tomo menos tiempo de lo esperado.
Y pensar que dijiste que esta vez lo conseguirías.
Que al fin lograrías curarte.
Pero te desarmas, tu cuerpo duele.
Y no dejara de doler hasta que termines de morir.
Porque te acompañara toda la vida y lo sabes. Tanto como el respirar.
¿Cruzaras al otro lado? No por nada estas aquí.
¿O lo habrá conseguido quizás?
Pero tú nunca desistes de eso, ¿no es así?
Y quieres sus sentimientos, todo lo que tenga.
Porque siempre vas a estar esperando. Siempre vas a querer.
Tienes un límite, pero nunca iras a él.
Tú te quedas hasta el final.
Solo te lástimas, una y otra y otra vez. Tal como ella te lo dice.
¿Pero no te importa verdad?
Porque en parte te reconforta y en parte te lo mereces.
Pero no le permites el negarte ser así.
Eso está permitido.
Quieres seguir dando todo lo que tienes por el amor que sientes por ella.
Porque eso es para ti el amor. Darlo todo.
Pero tampoco niegas ser estúpido y que te comportas como un animal.
Porque eso lo tienes más que claro. Tanto como el respirar.
Si algún día, antes de que pierdas toda esperanza, ella llegase cambiar de parecer...
Sé que tú todavía estarás aquí esperando.
Porque tu ser funciona así.
Te asustas, te duele todo el cuerpo. Sigues adelante y ese dolor ya no es nada para ti.
Pero eso siempre estás aquí, al borde, tocando el otro lado.
Tú también decides cuando existir y cuando no.
Pero también sonríes a pesar de estar roto.
Ignoras cualquier riesgo sin importar que, tan solo para lograr hacerla sonreír.
Y todo esto es algo que te encantaría hacer que ella entendiera, o decírselo a la cara.
Pero tendrás que esperar, hasta quien sabe cuándo, nadie lo sabe.
Y logras todo eso y más. Por querer estar junto a la persona que tanto te hace feliz con tan poco...
No estoy seguro de qué pensara que te lastima o no.
Pero si te conociera sabría que te mata más tu propia ansiedad, que el hecho de saber que no te ama.
El no saber que pasara mañana, el no poder dar un paso firme,
el no saber si haces las cosas bien, o el saber que no te has esforzado lo suficiente.
Todo eso es muchísimo más fuerte.
Porque esa ansiedad nació de los miedos que sabe que tienes guardados.
Y nadie puede ayudarte si no están dispuestos a lastimarse las manos.
Creo que tiene cura... Pero está muy lejos de aquí.
Lleva mucho recorrido y estuviste casi cerca con ella.
Siempre lo creíste. Por eso.
Prefieres más te digan lo que me te hiere a que no lo hagan.
Duele más tu ansiedad. Y hasta podría decir que empeorara.
¿No por nada estas aquí no? ¿Cruzaras al otro lado?
Aunque de ser así no sabría cómo sentirme.
Porque siempre has estado aquí. Siempre en silencio, siempre sufriendo.
Pero también siempre te has levantado. Siempre te he visto luchar.
Y siempre guardas un puñado de esperanzas.
Porque tu ser funciona así.
Te pones nervioso, y se te dobla todo el cuerpo.
Sigues adelante y sacas fuerzas de donde nadie entendería.
Por eso sonríes a pesar de estar devastado,
por eso tú también decides cuando existir y cuando no.
Y por eso también sé que siempre volverás.




























































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( Tú también decides cuando existir y cuando no. )

Pg 105

Rumbo a ningún lugar II.

Solo pudo quedarse mirándola decir "No sé, acá esta divertido" con un gran y bella sonrisa burlona.
Ella había estado allí todo el tiempo, arriba de ese árbol donde él había estado jugando y perdiendo el tiempo de manera tan ilógica.
Sin poder decir nada. Sin poder quitar la mirada, él lo notó.
Solo una gota cayó dentro él y retumbó de manera inexplicable.
Ese vacío se hacía sentir. Esa adrenalina de querer volver a la vida. Esas palabras transformadas en nudos que no podían salir.
Esas ansias opacadas por puños bien cerrados.
Tanto en tan poco.
Que solo alcanzo a quitar la mirada y hacer otra desganada trenza mientras ella bajaba del árbol.
Ella, quien había sido todo y que tampoco dejo de serlo al mismo tiempo.
Bajaba del árbol.
Tanto como una razón para vivir, como a una sonrisa al despertar en la mañana.
Hasta podría decir que la sigue amando como en el primer día a pesar de todo.
A pesar de que ya no esté, a pesar de tener incorporada la idea de que nunca más lo seria.
Pero para cuando ella bajo del árbol y se le acercó, el no supo que hacer.
Había quedado inmóvil otra vez de ver que ella se le acercaba, de que esa persona volvía a estar en el mismo espacio físico.
No pudo ni saludarla como él hubiese deseado, ni ella tampoco se esforzó mucho.
Pero por un momento esos nudos lograron salir y se escuchó un "Hola".
Lo suficientemente fuerte como para que ella pudiera escucharlo y lo suficientemente distorsionado para que ella se riera.
Ver esa sonrisa no podía pagarse ni con toda la gloria de los dioses.
...
Ya sobreentendidos los saludos ella se dio media vuelta y se estaba yendo.
Sin darse cuenta él también se fue, pero detrás de ella. La seguía casi inconscientemente.
_ No me sigas. – Dijo ella.
_ Vos no me sigas. – Él replico.
_ ¿Dónde vas? – Contesta ella.
_ Donde vos quieras que vaya. ¿A dónde queres ir? (Como un sujeto tácito de invitación a salir.)
A lo que ella ríe poniéndose la mano en la boca como sin poder aguantar la carcajada.
_Y no sé. – Lo decía mientras sonreía.
Mataría dioses por esa sonrisa.
Y fue ahí donde caminaron rumbo a ningún lugar. Al menos por el momento.
La felicidad se le salía por las orejas, el sentirla cerca otra vez, escuchar su voz, su risa, sentir su aroma.
Nada tenía precio. Hasta volvería a morir por ella otra vez.
(Ahora entiendo el significado de la frase, "Renazco todos los días preparado para morir por vos").
Íbamos a ningún lugar y era perfecto.
Pero como es habitual en la lógica de este mundo, las llamadas y mensajes de localización empezaron.
Él, acostumbrado y conociendo la situación solo sonrió y no se alteró.
Pero también habilidoso, leyó los mensajes.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Con quién estas? ¿Qué estás haciendo? ¡Atendeme!
No sé en realidad quien de los dos ignoraba más esos mensajes. Si él o ella.
Hasta que pasado un tiempo ella contesta. "Estoy con él".
Ella lo miro y frunció los hombros. – Con aire de complicidad de que ambos sabían que era inevitable.
En efecto, lo sabían.
Y también sabían que era solo cuestión de tiempo para que empezara una lluvia de llamadas y mensajes furiosos acerca de la situación y tratando de impedirla.
Él lo sabía, algo sucedería.
Entonces junto fuerzas y empezó hablar.
Dijo algo del pasado y también algo del futuro. Nombré el hoy y posibilidades. El mañana y un lugar donde se pone el sol.
Pero justo cuando empezó a esforzarse de verdad, en cuestión de segundos y como era de esperarse, llovieron mensajes y llamadas.
Las llamadas las ignoro pero lo mensajes no. Lo que a él le permitió divisar algunos.
Pero justo cuando iba a decirle lo más importante, justo lo más importante.
El la vio responder. "Salimos pero como amigos".

El silencio lo invadió.




























































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( Íbamos a ningún lugar y era perfecto. )

Pg 104

Rumbo a ningún lugar I.

Por alguna razón él había caminado y caminado.
Dando vuelta en las esquinas y adentrándose en los barrios.
Camino sin sentido sin saber dónde iría a parar.
Él no lo sabía, nadie lo sabía y puede que nunca nadie lo hubiera sospechado.
Hasta podría decir que ni las intenciones del destino fueron esas.
En fin.
De tanto andar y andar sin sentido,
de disfrutar el sol de la mañana y quizás hasta el aspecto nostálgico de donde se encontraba.
Se detuvo un momento... y desato un mini ataque de locura.
Dio un puño contra aquel árbol y luego lo pateo por debajo.
Entonces se dio cuenta de que la corteza del árbol se desgarraba.
¿Qué mejor idea no?
Así que la estiro de un saque, pero solo obtuvo una tira larga hasta la raíz.
No conforme con el resultado lo intento de nuevo, solo para conseguir otra tira igual.
Insatisfecho de tanto intentar y de siempre conseguir el mismo resultado (Un puñado de tiras).
No lo dudo y las trenzo.
Una tras otra, una con otra.
Él lo sabía, conseguiría una larga cuerda con aquellas cortezas trenzadas,
lo suficientemente larga y lo suficientemente resistente para lo que sea que se le ocurriera usarla.
Solo tenía que gastar sus ganas y entusiasmó.
¡Y lo consiguió! Lo hizo.
Pero una vez más...
Sin nada que hacer y ningún lugar a donde ir.
Entonces no se le ocurrió nada mejor que azotar el árbol con su propia corteza.
Hasta que de tan desganados azotes la cuerda se enreda en una rama, y después en otra, y otra.
Lo que le pareció divertido de una manera tan absurda,
que lo siguió haciendo una y otra y otra vez sin parar, hasta el punto que le había sacado ritmo y una sonrisa.
Y así siguió entretenido, formando otra vez un gran trenzado pero ahora entre las ramas.
Estaba concentradísimo.
Hasta que lo escucho...
Un ruido fuera de la tranquilidad en la que estaba.
No una explosión, ni tampoco un choque. Sino que más ramas estirarse y romperse.
Entonces con rapidez y atención levanto la mirada y la fijo a una ventana cerca de allí.
Él lo notó, vio la cara de un muchacho que había conocido hacía ya tiempo.
Entonces fijo aún más la mirada dejando salir un gesto de odio, de estar preparado para los puños.
A lo que fue respondido con un "No me hagas nada, yo estoy acá nomas".
Como indicando que pertenecía a esa ventana.
Pero también notó, que no era la voz de un muchacho y tampoco el muchacho que había percibido en un principio.
Sino una muchacha, joven pero asustada del gesto asesino que él había dejado escapar.
Pero ni bien la situación mermó, el regresó a lo que estaba haciendo y siguió trenzando la cuerda una y otra vez.
Entonces se escuchó a la muchacha preguntar: "¿Qué vas a hacer?".
El fingió no escuchar y siguió con su tonta labor.
Pero él se dio cuenta. Él lo noto de inmediato.
Porque a pesar de que esa dulce voz denotaba felicidad para sus oídos,
le desgarraba el alma y todo su ser.

Él se detuvo.




























































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( Hasta que lo escucho... )