Rumbo a ningún lugar I.
Por alguna razón él había caminado y caminado.
Dando vuelta en las esquinas y adentrándose en los barrios.
Camino sin sentido sin saber dónde iría a parar.
Él no lo sabía, nadie lo sabía y puede que nunca nadie lo hubiera sospechado.
Hasta podría decir que ni las intenciones del destino fueron esas.
En fin.
De tanto andar y andar sin sentido,
de disfrutar el sol de la mañana y quizás hasta el aspecto nostálgico de donde se encontraba.
Se detuvo un momento... y desato un mini ataque de locura.
Dio un puño contra aquel árbol y luego lo pateo por debajo.
Entonces se dio cuenta de que la corteza del árbol se desgarraba.
¿Qué mejor idea no?
Así que la estiro de un saque, pero solo obtuvo una tira larga hasta la raíz.
No conforme con el resultado lo intento de nuevo, solo para conseguir otra tira igual.
Insatisfecho de tanto intentar y de siempre conseguir el mismo resultado (Un puñado de tiras).
No lo dudo y las trenzo.
Una tras otra, una con otra.
Él lo sabía, conseguiría una larga cuerda con aquellas cortezas trenzadas,
lo suficientemente larga y lo suficientemente resistente para lo que sea que se le ocurriera usarla.
Solo tenía que gastar sus ganas y entusiasmó.
¡Y lo consiguió! Lo hizo.
Pero una vez más...
Sin nada que hacer y ningún lugar a donde ir.
Entonces no se le ocurrió nada mejor que azotar el árbol con su propia corteza.
Hasta que de tan desganados azotes la cuerda se enreda en una rama, y después en otra, y otra.
Lo que le pareció divertido de una manera tan absurda,
que lo siguió haciendo una y otra y otra vez sin parar, hasta el punto que le había sacado ritmo y una sonrisa.
Y así siguió entretenido, formando otra vez un gran trenzado pero ahora entre las ramas.
Estaba concentradísimo.
Hasta que lo escucho...
Un ruido fuera de la tranquilidad en la que estaba.
No una explosión, ni tampoco un choque. Sino que más ramas estirarse y romperse.
Entonces con rapidez y atención levanto la mirada y la fijo a una ventana cerca de allí.
Él lo notó, vio la cara de un muchacho que había conocido hacía ya tiempo.
Entonces fijo aún más la mirada dejando salir un gesto de odio, de estar preparado para los puños.
A lo que fue respondido con un "No me hagas nada, yo estoy acá nomas".
Como indicando que pertenecía a esa ventana.
Pero también notó, que no era la voz de un muchacho y tampoco el muchacho que había percibido en un principio.
Sino una muchacha, joven pero asustada del gesto asesino que él había dejado escapar.
Pero ni bien la situación mermó, el regresó a lo que estaba haciendo y siguió trenzando la cuerda una y otra vez.
Entonces se escuchó a la muchacha preguntar: "¿Qué vas a hacer?".
El fingió no escuchar y siguió con su tonta labor.
Pero él se dio cuenta. Él lo noto de inmediato.
Porque a pesar de que esa dulce voz denotaba felicidad para sus oídos,
le desgarraba el alma y todo su ser.
Él se detuvo.
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( Hasta que lo escucho... )
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